El frío congelaba la escasa vida.
Quise entender y pregunté por ella:
¿por qué es así?
En las noches de frío lanzo diminutos pétalos de fortuna, me dijo.
En ese vaivén de remolinos fugaces, a ciertas personas al nacer les alcanza alguno en tierno arrullo.
A ella le cayeron tres. Maravilla.
El de gran mujer,
el de gran madre,
y el de mejor persona.
Por eso ella es así, concluyó.
Por eso la quiero tanto.
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