Una de Cuatro

El viernes tocó Cuatro. Me senté después de cenar a ver tv. Sin mucha pretensión, necesitaba distraerme un poco y me tiré al sofá aún a riesgo de quedarme sopa. No sé cómo se llamaba el progama pero iba de cómo un caballero enseñaba a llevar las riendas de una casa y cómo hacer economías para llegar a fin de mes. Impresionante a lo que llegan algunos para comer. No he visto más capítulos de esto, pero en este se lo pusieron facilito: la señora de la casa ponía unas 12 lavadoras a la semana, el lavavajillas dos veces al día, el marido se compraba su botella de güiski cuando se le ponía en el arco del triunfo, el niño ni estudiaba ni curraba (no estaba preparado), la niña curraba pero se lo quedaba todo para ella ... Memorable. Claro no llegaban a fin de mes.

Bostecé muchas muchas veces y parecía que me quedaría sopa sin remedio cuando empezó Callejeros; iba sobre los negocios impunes en la Cañada Real Galiana de Madrid. Las casualidades son las que son y no sirve darle vueltas. Un día antes había escrito yo Like a fallen kite. Curioso. Curioso y terrible. Me di cuenta de que la primera versión que había escrito y que deseché por sórdida y triste, habría valido para ilustrar algún pasaje del programa. Recordé una viñeta de El Roto, la realidad no estaba en la tv, estaba en la calle, con niños entre jeringuillas, embarazadas prostituyéndose y todos muriéndose a pasos de gigante. Esa era la realidad.

Luego un bodrio de una (perdón pero me lo pareció) pija queriendo hacer periodismo en la calle diciendo que se echó a la calle durante 21 días durmiendo con los sintecho y tal y tal. El drama impresionante; el reportaje una bazofia sensiblera (sobre todo después de ver el enfoque de los de Callejeros)

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