Un pueblo fantasma


Me dice un amigo que el pueblo, Ocaña, no es que esté en bancarrota, es que está peor: ningún proveedor se fía del alcalde. Y el que se ha fiado, no cobra. Triste sino. Los que tenían que cobrar lo trabajado no cobran y los que tenían que trabajar no lo hacen por miedo a no cobrar.

Pero ¿cómo hemos llegado a esto?. Ubi sunt los impuestos reacudados en otros tiempos, ubi sunt las tasas de las obras realizadas en los años de bonanza (no, la serie americana de la tv no), ubi sunt, al menos, las obras municipales realizadas en este tiempo para justificar la falta de liquidez?.

Nada. 

Todo parece haber sido devorado por aquél viento de Macondo que hasta los muertos se llevaba. Cualquier día se va a ver salir de alguna ventana la rama de un árbol que ha conquistado espacios muertos y vacíos y que quiere gritarnos a todos lo insólito de su existencia. 

Recuerdo que una vez soñé una ciudad vacía, con restos de vida reciente pero ni un alma por la calle. Hace poco vi un reportaje sobre Chernobil (Ucrania), ciudad azotada por la central nuclear que es literalmente una ciudad fantasma.   

Así veo a veces determinadas barriadas de Ocaña. Nadie y casas vacias.

Dicen los que saben de cosas de alcaldes que José Carlos está denunciado y que no tardando mucho saldrá a la luz su juicio y sus chanchullos.  Yo, que no sé de cosas de alcaldes, no sé si tendrá o no chanchullos, o delitos directamente, de eso se encargará la justicia y hablará lo que proceda; lo que sí sé es que la sabia de este pueblo está a punto de estancarse y cuajar y cada vez más oigo aquello ya antiguo que "De Ocaña ni el polvo". La verdad es que no me hace sentir especialmente orgulloso ni tranquilo, pues la mayoría de gente tiene que ir a buscarse las habichuelas a otros sitios, a Noblejas mismamente y al final acabaremos haciendo, fruto de nuestra propia megalomanía, un pueblo fantasma.

Aunque creo que cada vez le importa a menos gente.

Mañana voy a ver si cobro al Ayuntamiento, me dice otro.

Suerte

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